LA VIDA VENCIO A LA MUERTE



En estos días nos ha llegado la felicitación de Pascua de nuestros queridos amigos Antonio y Ana del "Hogar de Belén". No tiene desperdicio y, por eso, quiero dejarla aquí para que quien desee pueda echarle un vistazo.
Es hermoso que haya en el mundo gente que demuestre que esto que parece una utopia, nos muestre que no es un sueño ni algo imposible, sino real, posible, auténtico y fuente de felicidad, una alternativa al rollo que tenemos montado.


Ana Cruz y Antonio García
Son muchas las cruces de los niños y niñas que llegan hasta nuestro hogar, cruces
muy pesadas, cruces que marcarán sus vidas, que les harán sentir la pasión e incluso la muerte o las ganas de morir, que dejarán cicatrices en sus almas, que les robarán su infancia o mutilarán su inocencia.
La cruz del maltrato, de las palizas que sin piedad marcan cada rincón de su cuerpo, del abandono, de la calle, de la supervivencia en medio de pandillas, drogadictos,… siendo siempre el más pequeño, el más indefenso.
También la cruz de la violencia sexual que desgarró su vida, que viene de quién debía protegerle, reincidente, una y otra vez, del miedo a quedarse solo/a en casa con esa persona, el miedo a contar sus dolores, el miedo que le sujeta con la invisible atadura de la amenaza…
La cruz de las redes de prostitución que secuestran niñas de once o doce añitos y les obligan con palizas a entregarse una y otra vez a hombres de toda clase y edad, que destruye totalmente el sentido de sus vidas, que les mutila el alma.
La cruz del hambre, de la desnutrición, de la enfermedad, del desinterés, de la droga o el alcohol, cruces con las que tienen que cargar desde que nacen, que les hacen caer una y otra vez en su calvario personal.
Del “pasotismo”, del rechazo de sus progenitores, del no tener quien quiera saber de ellos, del no tener un hogar donde sentirte en casa, del abandono de la madre que se fue con otro señor y dejó a los cinco hermanitos abandonados, de no entender qué pasa y no encontrar unos brazos, una caricia, un “te quiero”, un “mi hijo/a”…
Cruces y cruces que nos toca, como Cirineos, ayudar a cargar una y otra vez; cruces, que también nos pesan y nos duelen, que en ocasiones no entendemos, pero que entre todos intentamos quitar de los hombros de cada niño y niña que llega a nuestro hogar.
Pero no queremos ser sólo Cirineos, queremos de la mano del Padre ser Vida y Resurrección para cada niño y niña que toca nuestra puerta.
Y es Jesús de Nazaret quién resucita cuando Francisco se siente querido y cuenta y comparte lo que sufrió y al fin es capaz desde sus cinco años de reírse de lo vivido. Y sigue resucitando cuando Vanesa quiere construir un proyecto de vida a sus once años después de estar un año en una red de proxenetas, cuando se deja abrazar y se siente segura y con ganas de reír.
Cuando por fin las pesadillas van desapareciendo de sus noches, que hasta ahora eran largas e interminables.
Triunfa el amor sobre la muerte cuando July y sus seis meses de vida sonríen después de que sietemesina fue botada a un basurero envuelta en su placenta. Y sigue resucitando cuando Carlos y Rosy, después de estar a sus doce años en pandillas y fumando drogas, al fin sienten que pertenecen a un lugar, que quieren aprender a leer y escribir y se sienten queridos, protagonistas, importantes, sólo por ser ellos.
Las vidas resucitadas de esas mujeres que junto con sus hijos, cuando sus maridos cayeron presos quedaron en la más absoluta indefensión, ahora se sienten acompañadas, apoyadas, escuchadas, comprendidas, nunca juzgadas, queriendo construir un futuro en el que poder integrar a sus compañeros.
Es el amor que triunfa una y otra vez sobre la muerte, sobre la cruz, esa es nuestra tarea y no otra, que el amor vuelva a dar vida a cada uno de nuestros niños y niñas. Y resucita en los mil detalles de nuestros educadores, cuando se entregan sin mirar día ni hora, cuando no les importa que haya o no haya dinero para realizar su trabajo, pues “al cesar lo que es del cesar”.
Hoy por hoy es el sentido de nuestra misión, es a lo que nos sentimos llamados como familia, como misioneros. Sabemos que hay muchas personas que desean que cambiemos este rumbo ya sea porque nos quieren cerca o porque quieren confiarnos otra misión. Pero será nuestro Padre bueno quién decida ese camino.

Mientras, rezaremos e intentaremos aprender de las manos del alfarero, para que nuestra misión sea también esperanza, resurrección y vida.