5ª ENTREVISTA:


Perseguidor de los cristianos. 
Shalom, Pablo amigo: Me impresionó tu relato del otro día sobre el martirio de San Esteban. Noté en tu rostro cómo se traslucía una oscura sombra de tristeza, pe-ro me admiré por esa experiencia que tie-nes del Dios que perdona y que sigue amando. ¿De qué quieres hablarme hoy? Pues, mira, amigo periodista. (Como no quieres que revele tu nombre, me lo callo). Hoy quiero recordar, aunque sea des-agradable para mí, mi participación directa en la persecución de los cristianos. El mismo día de lo de Esteban, “se desató una persecución contra la iglesia de Jerusalén”. Yo mismo “hacía estragos en la iglesia; entraba por las casas, me llevaba por la fuer-za hombres y mujeres y los metía en la cárcel”.Hech. 8,3.


Hay que ver lo que hace el fa-natismo. Es verdad. Te vuelves intransi-gente, intolerante, se te endurece el corazón, ves solo por un tubo, per-diendo la apertura y la amplitud del horizonte. Yo era incapaz de admitir otro Camino, es decir otra iglesia. Para mí la Ley lo era todo y no veía posibilidad de salvación sino por ella. Pero sigo con el tema: El odio a los cristianos me hacía respirar ame-nazas y muerte contra los discípulos del Señor. Fui al Sumo sacerdote y le pedí cartas para las sinagogas de Damasco con el fin de que, si encon-traba algunos seguidores de Jesús, hombres y mujeres, los pudiera lle-var atados a Jerusalén. Hech. 9, 1-2; 22,4; 26, 10,11).

Este aspecto de mi vida nunca se borrará de mi memoria ni de mi co-razón. Me impresiona ahora tanto, que lo he contado bastantes veces. Lo conté a los judíos de Jerusalén, a los cristianos de Galacia, (Gal.1,13), a los de Corinto (1Cor.15,9), a los fi-lipenses (Fil.3,6) , y en la primera carta a mi fiel amigo Timoteo. (1 Tm. 1,13), del que prometo hablar en una de estas entrevistas. Se lo mere-ce. Amigo Pablo, aunque sé que no te gusta, espero me cuentes lo que hiciste con los cristianos de Da
masco. Hasta entonces, mi cordial sa-ludo.

Lo haré, mi querido periodista.