Diálogos desde el Evangelio. Domingo 31º del t. o., ciclo B


DIÁLOGOS DESDE EL EVANGELIO
N: SEÑOR JESÚS, hoy te llamo así porque, además de amigo, eres mi Dios.

Jesús: Así me llamaron mis primeros discípulos. Hoy estamos de fiesta. Una fiesta grande ésta de TODOS LOS SANTOS, de esa muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos.

N: Me encanta y me llena de esperanza y alegría saber que entre todos ellos están mis familiares, mis padres, mis hermanos, hijos, amigos, porque ellos vivieron el espíritu de las bienaventuranzas. Por cierto, amigo Jesús, ¿quieres hablarme de alguna de ellas?.

Jesús: La primera las encierra todas. Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. El pobre no es sólo quien carece de bienes y por el que es preciso interesarse; es también el que ha puesto a Dios en el centro de su vida. El pobre, de Dios solo espera a Dios. Lo que decía Santa Teresa: ”sólo Dios basta”. El altar, la morada de Dios es el corazón del pobre, y los intereses de Dios son los intereses del pobre. Para el pobre Dios es su TODO, su VIDA.

N: Lo que pasa es que esto se puede entender en el sentido de que el pobre de la primera bienaventuranza lleva una vida intimista y vertical, orientada hacia arriba y con los pies sólo apoyados de puntillas en el suelo.

Jesús: No es así. Porque, como te he dicho antes, los intereses del pobre son los mismos intereses de Dios. El pobre sufre y llora con los pobres y por los pobres; tiene hambre y sed de un mundo más justo; es capaz de compadecerse (tener misericordia) entrañablemente de los demás; se esfuerza por lograr una sociedad en la que exista la paz, fruto de la justicia; es perseguido como lo hicieron conmigo... Me he dejado una: la de los limpios de corazón, los transparentes, los que no tienen doblez, los sinceros y sencillos, los del “SI” y el “NO” auténticos, los portadores y transmisores de la verdad, los…

N: Amigo Jesús: ya es suficiente. Dame una voluntad firme para vivir el espíritu de las bienaventuranzas.