La prostitución del arte, por Melitón Bruque García


Estos días nos viene golpeando la TV con una nueva película, “Ágora”, del mismo director que hizo “Mar adentro”. Si antes lo utilizaron para demostrarnos que lo correcto, lo digno, lo honroso… es matar a una persona cuando ya no tiene posibilidades de de hacer lo que establece el sistema, ahora lo vuelven a utilizar para demostrarnos que la Iglesia siempre ha estado opuesta a la ciencia y al progreso y por eso mató a Galileo y a otros científicos que no respondieron a sus postulados.
Ahora viene a decirnos que la iglesia mató a Hipatia, una joven filósofa y matemática, de forma horrorosa, y nos la presenta como “mártir de la ciencia”, pero sin ajustarse a la verdad de la historia en ninguno de los aspectos:
  1. No se sabe si era joven.
  2. No fue matada por la Iglesia, sino por las hordas callejeras sin control que se dieron en aquel momento, en donde peleaban cristianos, judíos y paganos, que eran la sociedad del momento en Alejandría, en la que murió mucha gente, entre ella obispos, sacerdotes y muchos cristianos y paganos. Este señor distorsiona la realidad y la hace coincidir con la idea que quiere demostrar, mezclando historia con ideología moderna.
  3. Hipatia no era atea, sino neoplatónica: creía en un único Dios y en su escuela había cristianos, judíos y paganos a los que les gustaba la filosofía, y no fue la Iglesia la que quiso barrer con esta escuela, que de hecho perduró 3 siglos más, hasta que desapareció porque se impusieron otras ideas en Alejandría. Habría que decirle a este señor que lea bien la historia y no engañe al pueblo, que es el que le está pagando.
Yo pensé siempre que el arte era una manifestación de la grandeza de la vida, de la persona, de Dios, que era captado por el artista y lo presentaba para que la gente cayera en la cuenta de esa grandeza que nos rodea, pero me duele ver cómo tantos artistas se venden y se convierten en lacayos de sus patronos, prostituyendo el arte y poniéndolo al servicio de los intereses particulares.
Es curioso que al estreno de la primera película asistieran varios ministros, de la que salieron satisfechos porque les había hecho un buen trabajo y, en el estreno de ésta, han vuelto a asistir otros cinco o seis ministros, con lo que le darán al artista el título de siervo obediente que responde a los deseos de sus amos, aunque sea el pueblo al que ofenden el que pague.
Yo creía que el arte no tiene ideología, que en él nos unimos todos, porque la belleza está insertada en el corazón del hombre, pero parece que me equivoqué. Ahora estoy viendo cómo con el arte nos dedicamos a sembrar odio, a engañar a la gente, a crearle imágenes distorsionadas de la realidad y a reverdecer pasiones y resentimientos entre los seres humanos.
Pero sigo preguntándome, después de las palabras que nos dijo el director de la película el otro día en la TV: nos decía que no quería ir contra nadie, sino contra los “fanatismos religiosos”. Perdóneme que le diga, Sr. Amenabar, que es un mentiroso, como sus patronos, pues si es verdad que es eso lo que quiere, ¿por qué se va usted al s.IV, distorsiona la realidad y no se queda en los fanatismos actuales que a diario nos está presentando su TV? Es que si fuera capaz de hacerlo se los pondrían de corbata, ¿no es cierto? Pero ha encontrado, ventajosamente para usted, a Jesucristo que se dejó matar por los cobardes de su tiempo y los sigue aguantando en el momento actual.
A ese Jesús a quien usted odia le pido que le toque el corazón y se dé cuenta que lo peor que puede hacer un hombre es ir por la vida sembrando odio, violencia, resentimiento.
De paso le digo que me fastidia tremendamente que tenga que hacer estas cosas con lo que me roban de los impuestos que pago. Creo que estoy en mi derecho a quejarme.