Diálogos desde el Evangelio. Domingo 33º del t. o., ciclo B

N: Amigo Jesús: acabo de leer el evangelio y me ha dejado bastante confuso. No entiendo bien esos acontecimientos tan catastróficos. Parece que estás anunciando el final del mundo mediante su destrucción.

+ Jesús: Así lo ha interpretado mucha gente a lo largo de la historia y todavía hay grupos que lo entienden de esa forma. Pero, en realidad, yo no quise profetizar el final del mundo y menos como si se tratara de la destrucción de toda la creación.


N: Sin embargo, Maestro amigo, engendra algún miedo eso de que “el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán…”

+ Jesús: Es posible, pero se trata de lo siguiente: los evangelistas, y hoy concretamente Marcos, han puesto en mis labios una forma de hablar que se llama “apocalíptica”, de “Apocalipsis” que significa “revelación”

N: ¿Y qué quieren expresar con este lenguaje?

+ Jesús: Pues mira, con este lenguaje se quiere expresar que en el final de la historia habrá una especie de ruptura muy especial, pero no destructora, sino de salvación, y será el tiempo de recapitular todas las cosas y de lograr que “Dios sea todo en todos”.

N: Ahora recuerdo aquellas palabras de San Pablo en la carta a los cristianos de Roma: “la creación fue sometida a la vanidad…en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción, para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”.(Rom. 8,20-21)

+ Jesús: Ciertamente: se trata de una liberación, de una transformación, de otra forma de existencia de la humanidad y de toda la creación, en la que ahora se ven las huellas amorosas de “mi Padre y vuestro Padre; de mi Dios y vuestro Dios” (Jn. 20,17).

N: Es alentador escuchar tus palabras, referidas a lo nunca pensado por nosotros: eso de nuestro Padre común, como a esa liberación de la creación. Muchas veces he pensado: ¿cómo es posible que desaparezca tanta belleza, reflejada en lo grande y en lo pequeño, tanto orden, tanto derroche de luz y de color, tanta armonía? Esos cielos negros, de los que cuelgan como faroles relucientes las incontables estrellas, y el sol, y la luna…

+ Jesús: Te doy toda la razón. Yo también he hablado alguna vez de la belleza de las flores, de los pájaros que cruzan el espacio; de la luz; de la vides, de la higuera; de las nubes y el viento…Y te digo: habrá unos “cielos nuevos y una tierra nueva”. Y, por favor, no me preguntes cuándo ocurrirán esas cosas porque eso “está reservado a mi Padre”.

N: Amigo Jesús: Ante esta incertidumbre ¿qué consejo nos das?

+ Jesús: Vigilad; vigilad y confiad en mi Palabra, ya que “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Y otra cosa: mis palabras no son de condenación, sino de liberación y de salvación.

N: Me quedo mucho más tranquilo y contento.