Curso bíblico. Cuaderno V







CURSO BÍBLICO
Cuaderno nº 5

Temas para el estudio y reflexión comunitaria de la Sagrada Escritura en asambleas familiares

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Momento de oración inicial

Comenzamos haciendo una oración de alabanza a Dios por todo lo grande que ha hecho y que nos ha regalado:

Salmo 8
 Señor, dueño nuestro,
qué admirable es tu nombre
en toda la tierra.
Ensalzaste tu majestad
sobre los cielos
has sacado una alabanza
contra tus enemigos,
para reprimir al adversario
y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo,
obra de tus dedos,
la luna y las estrellas
que has creado,
)qué es el hombre
para que te acuerdes de él,
el ser humano para darle poder?
 Lo hiciste poco inferior
a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando
sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo,
los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.
Señor, dueño nuestro
qué admirable es tu nombre
en toda la tierra.
Gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo

Dios ha creado el Universo


En el capítulo anterior hacíamos un breve recuento de todo lo que la ciencia lleva sacado a la luz, que no es nada más que una mínima parte de todo lo que existe. Nosotros sostenemos que todo eso lo ha hecho Dios y que aún sigue manteniéndolo. Los hombres, como en un juego de niños, vamos descubriéndolo; al fin y al cabo Dios nos lo dejó para que fuéramos dueños de todo lo creado. Así, en el Génesis aparece Dios hizo pasar todas las cosas delante del hombre para que les pusiera nombre (Gn. 2,20), indicando de esa manera que lo hacía dueño de todo lo que existe. Tengamos en cuenta que en la mentalidad de aquel tiempo, y también ahora en la nuestra, le pone el nombre a las cosas el dueño de ellas.

Por otra parte, usted se confiesa creyente, ha recibido la fe, usted se fía de Dios. Con esa base vamos a continuar adentrándonos en el estudio de la Sagrada Escritura. Le vuelvo a pedir que no vaya a ella en busca de polémica, ni la utilice para combatir a nadie. Acérquese a dialogar, a escuchar, pues la Biblia es el diálogo de Dios con el mundo. En ese diálogo podrá ir descubriendo la grandeza de Dios, que no tiene límites y, sobre todo, va descubrir otra cosa mucho más importante: Él le pide una postura concreta, una forma de ser y de actuar de cara a esta maravilla de la creación que Él nos ha regalado y nos dejó en nuestras manos.

No se trata, pues, del regalo que el Padre hace a un niño y que éste se entretiene rompiendo y destrozando. Este mundo que Dios nos regaló es la casa donde vivimos y el espacio que tenemos para ser felices.

Las verdades que confesamos en el Credo

En nuestro Credo confesamos Creo en Dios padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. La expresión cielo y tierra es una forma de expresar la totalidad con los extremos: lo de arriba y lo de abajo del universo, es decir, todo lo que existe.

Desde el principio el hombre vive metido en la realidad del mundo, y se encuentra rodeado de una infinidad de cosas que superan su capacidad. Constantemente desea saber el sentido de todo.

Dentro de él existen preguntas que nacieron con él mismo:
  • ¿Quién ha creado todo lo que me rodea?
  • ¿Quién ha hecho el mundo?
  • ¿De dónde vengo yo?
  • ¿Cómo se hizo todo esto?
  • ¿A dónde camina todo esto?
Desde siempre el hombre ha intentado dar respuesta a todas estas preguntas. Intenta contestarse y empieza a examinar sus fuerzas, sus posibilidades y las de todos los seres que conoce. Se da cuenta de que ningún hombre puede haber hecho todo esto; es más, ve que la misma pregunta se la hacen todos los demás hombres y ninguno logra darle una respuesta satisfactoria; todos concluyen lo mismo: Imposible que un hombre pueda hacer algo parecido.

Sin embargo, la realidad está ahí. ¿Surgió al azar? ¿Cómo fue el principio de todo? ¿Cuándo ocurrió?... Esto no se hace solo. Alguien tiene que haberlo hecho. Lógicamente, ese alguien ha de ser muy superior a nosotros. Sólo ese SER, DIOS, sería capaz de algo semejante.

Este convencimiento es tan viejo como el mundo y lo han tenido todos los hombres de la tierra de todas las razas, culturas y lugares.

El autor del Génesis no hace sino recoger esta inquietud natural e intentar darle respuesta desde la mentalidad de su tiempo, de su cultura y de su historia. Intenta explicarla para hacerse entender por su gente explicándola a su manera. Para ello, usa un esquema sencillísimo y totalmente natural basado en la experiencia diaria que observa cada día cuando se levanta. En ese momento aún no es de día, todo está oscuro, es el caos, luego al principio todo debió ser así; la oscuridad, el caos, no existía nada, sólo es Espíritu de Dios que aleteaba en la nada.                    

Relato de la Creación: Gen 1,1-31

  1. Al principio Dios creó el cielo y la tierra.
  2. La tierra estaba desierta y sin nada, las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.
  3. Dijo Dios: Haya luz y hubo luz.
  4. Dios vio que la luz era buena y la separó de las tinieblas.
  5. Dios llamó a la luz Día y a las tinieblas Noche. Y atardeció y amaneció el día primero.
Cuando estamos en la oscuridad de la noche lo primero que aparece es la luz, por eso, lo primero que Dios tuvo que hacer, según el autor, sería la luz. Después, con ella va viendo las demás cosas y las va enumerando a medida que van apareciendo, dedicando para cada uno de ella un tiempo determinado: un día.
  1. Dijo Dios: Haya un firmamento en medio de las aguas y que separe a unas aguas de otras.
  2. Hizo Dios, entonces el firmamento separando unas aguas de otras, las que estaban encima del firmamento, de las que estaban debajo de él. Y llamó Dios al firmamento cielo. Y así sucedió. Y atardeció y amaneció el día segundo.
  3. Dijo Dios: Júntense las aguas de debajo de los cielos en un solo lugar y aparezca el suelo seco. Y así fue. Dios llamó al suelo seco Tierra y a la masa de agua Mares. Y vio que todo era bueno.
  4. Dijo Dios: Produzca la tierra pasto y hierbas que den semilla y árboles frutales que den sobre la tierra fruto con semilla adentro. Y así fue. La tierra produjo pasto y hierbas que dan semillas y árboles frutales que dan fruto con semilla adentro según la especie de cada uno. Y vio Dios que esto era bueno. Y atardeció y amaneció el día tercero.
  5. Dijo Dios: Haya lámparas en el cielo que separen el día de la noche. Sirvan de signos para distinguir tanto las estaciones como los días y los años. Y que brillen en el firmamento para iluminar la tierra. Y así fue. Hizo, pues, Dios dos grandes lámparas: una grande para presidir el día y otra más chica para presidir la noche; también hizo las estrellas. Yahvé las colocó en lo alto de los cielos para alumbrar la tierra, para mandar el día y la noche y separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que esto era bueno. Y amaneció el día cuarto.
  6. Dijo Dios: Llénense las aguas de seres vivientes y revoloteen aves sobre la tierra y bajo el firmamento.Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todos los seres que viven en el agua y todas las aves y vio Dios que estaba bien. Los bendijo Dios diciendo: Crezcan, multiplíquense asimismo las aves en la tierra. Y atardeció y amaneció el día quinto.
  7. Dijo Dios: Produzca la tierra animales vivientes de diferentes especies, bestias, reptiles y animales salvajes. Y así fue. E hizo Dios las distintas clases de animales salvajes, de bestias y de reptiles. Y vio Dios que esto era bueno.
  8. Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que mande a los peces del mar y a las aves del cielo, a las bestias, a las fieras salvajes y a los reptiles que se arrastran por el suelo.Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó. Dios los bendijo diciendo: Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Manden a los peces del mar, a las aves del cielo y a cuanto animal viva en la tierra. Dijo Dios: Yo les entrego, para que ustedes se alimenten, toda clase de hierbas, de semillas y toda clase de árboles frutales.A los animales salvajes, a las aves de los cielos y a cuanto ser viviente se mueve en la tierra, les doy para que coman pasto verde. Y así fue. Vio Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno. Y atardeció y amaneció el día sexto.

¿Qué intenta hacer el autor del relato?

Por supuesto, el autor del relato lo último que pretende es dar una explicación científica del acontecimiento: él está viendo todo lo que existe a su alrededor, ve que él no es capaz de hacer nada de eso, se percibe a si mismo distinto a todo, con capacidad de dominarlo y de ser superior a todo, incluso él tiene conciencia de todo lo que existe, también de él mismo, pero ve que todo aquello no ha sido él quien lo ha hecho ni tiene capacidad para hacer ni la más simple hoja de un árbol.

El autor entiende que detrás de todo esto existe un ser inteligente que lo ha creado todo, que ha puesto un orden y un ritmo a la vida que escapa a sus posibilidades, este SER es diferente a todo lo que existe. Este ser es una persona que goza con la existencia de todo lo que ha hecho, como expresión de su amor y se relaciona con todo.

Este SER es independiente de todo y está por encima de todo y no hay nada que lo sujete: es libre y, por tanto, dueño y señor de todo lo que existe, porque ha salido de su voluntad.

Pero el autor, cuando se mira a sí mismo, se da cuenta que también él tiene capacidad para ser libre. Es inteligente, es capaz de relacionarse con el resto de cosas que le rodean, se siente superior a todas ellas y con capacidad de dirigirlas, con señorío sobre ellas. Luego, ve que él es semejante a su creador.

Esta es la gran verdad que el hombre intuye en la simple contemplación del universo y de si mismo: que el SER SUPREMO ha creado al hombre a imagen y semejanza suya.

Cuando intenta explicarlo, podía haberlo hecho de mil formas, pero tal vez eligió la más simple y sencilla que entra por los ojos, y que se puede quedar grabada en la mente de la gente basándose en la misma experiencia de cada día: la noche es el caos (la oscuridad), ahí no se ve nada... pues al principio existía el caos y lo primero que se hace es la luz y, a medida que ésta se va haciendo más intensa, van apareciendo las cosas y él va describiendo determinando espacios que llama días, para que puedan quedarse ordenados en la mente. Pero en ningún momento ha intentado establecer una teoría diciendo cuándo surgió, cómo ocurrió, ni el tiempo que se tardó en hacer el universo.

¿Cómo leer entonces el relato?

Por supuesto, no podemos ir a buscar teorías científicas en este relato: ahí sólo encontramos unas grandes verdades revestidas de todo un ropaje literario:
  • Que Dios ha creado todo lo que existe.
  • Que Dios es un ser personal, inteligente, libre, bueno, todopoderoso y distinto del mundo.
  • Que el origen de la humanidad está en Dios y no en la materia.
  • Que todo lo que Dios ha creado es bueno y está puesto para que el hombre sea feliz.

Esto es todo lo que se quiere decir y enseñar en ese pasaje. La forma cómo se hace es completamente accidental y no nos podemos detener en ella como si fuera algo que condiciona nuestra fe o nos va a revelar ninguna otra verdad científica, pues el autor, ni tenía medios para poder saber, ni pretendía dar otras explicaciones, ni le interesaba meterse en otras cuestiones .

Hay algo que debemos de tener siempre presente: Dios no crea porque necesite algo que le esté faltando. La creación no completa en nada la grandeza de Dios sino que es expresión de la fuerza del amor de Dios y de su propia grandeza.

Esta acción creadora de Dios es un misterio para nosotros y no debemos imaginar que se hizo a la manera como los hombres solemos hacer las cosas, ni por las motivaciones por las que solemos actuar los hombres.

En este sentido, es importante que tengamos claros dos conceptos:
  1. CREAR es hacer algo de la nada.
  2. DESCUBRIR, ENCONTRAR es hallar algo que ya existía. Por eso, cuando DESCUBRIMOS algo, es como si hubiéramos retirado el velo con que estaba cubierta una cosa (des-cubrir) que nos impedía verla, pero que ya existía.

El hombre no hace sino DES-CUBRIR (retirar el velo que cubría) las cosas con lo que las podemos gozar y hasta transformar.

Según esto, hemos de tener bien presente que los hombres no podemos crear. Lo máximo que hacemos es encontrar, descubrir lo que ya existe y a lo máximo, unimos elementos y de la unión resulta otra cosa, pero siempre a partir de algo que ya existe. La obra de la creación parte siempre de la nada.

Parece que Dios crea y abandona

Cuando vemos todo lo que existe y cómo seguimos destrozando el planeta y convirtiendo la vida en un infierno, sentimos la sensación de que Dios hizo toda esta belleza y la ha dejado a la deriva como si no le interesase para nada. Eso es un grave error.

Dios no es hoy sí y mañana no (como nos ocurre a nosotros). El AMOR es Dios mismo y, allí donde existe el amor, allí está El. Sería absurdo que abandonase lo que es expresión de sí mismo.

Pero tampoco tiene marcado un camino determinado a cada cosa y a cada persona, de tal manera que ya no podemos quitarnos de encima aquello que tengamos predestinado por ÉL.
Eso es otro grave error. El hombre, como imagen de Dios, nació de Él y está predestinado a llegar a Él (que es su origen y también su fin). Sólo en ese sentido podemos decir que la persona está predestinada: no estamos puestos para ser unos desdichados y morir, sino para ser felices y gozar en plenitud de lo que somos, SEMEJANTES A DIOS.

No obstante, como somos semejantes a ÉL, tenemos libertad, y con ella podemos perfectamente cambiar nuestro destino, aunque el mismo Dios no esté de acuerdo y no quiera y hasta...(utilicemos un lenguaje nuestro aunque no sea adecuado) sufra por nuestra estupidez.

El resto de dolores o sufrimientos físicos que podemos tener por nuestra condición de seres sometidos a las leyes naturales, eso es absolutamente normal y pertenece al orden natural, pues si no fuera así, no seríamos de este mundo, sino de otro. Pero eso no son cosas que Dios guarda para fastidiarnos y así probar nuestra paciencia o nuestra fidelidad. Dios no goza con esas cosas: si así fuera, no sería Dios-Amor.

El DIOS-AMOR que nos creó y que Jesús nos presentó sigue hoy manifestando su amor, a pesar de que nosotros muchas veces no lo veamos, y sigue recreándose en sus creaturas, las mantiene en la existencia y cuida de ellas amorosamente (Mt. 6,25-34).