Diálogos desde el Evangelio. Domingo 3º de Adviento



Lectura del santo evangelio según S. Mateo. 11,2-11
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo,.le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mi!
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces ¿a qué salisteis, a ver a un Profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti”
Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.


DIÁLOGO

N: Querido Maestro Jesús: En primer lugar decirte que estarías pre-ocupado por la situación en que se encontraba tu pariente Juan el Bautista.

*Jesús. Ciertamente, amigo. Estaba preocupado porque un hombre tan fiel, tan valiente, tan creyente y tan sincero, un profeta fuera de serie como era Juan, estaba en la cárcel, concretamente en la fortaleza de Maqueronte, en la ribera oriental de Mar Muerto.

*N: Amigo Jesús: ¿y por qué estaba preso?

*Jesús. Mandó apresarlo el tetrarca Herodes Antipas, porque Juan le reprendió por estar junto con la mujer de su hermano Filipo, ambos hijos de Herodes el Grande, el de los inocentes para entendernos.

N. Por lo que se desprende del evangelio, Juan Bautista, tu querido pariente, se enteró de tu predicación y de tu manera de actuar y quedó un tanto desorientado, pues coincidíais en anunciar el Reino de Dios y en que era preciso convertirse, pero Juan hablaba de una especie de juicio de Dios y Tú de una actuación en favor de los marginados de tu tiempo.

*Jesús. Es cierto, amigo. Juan decía que “ya estaba el hacha dispuesta para cortar los árboles que no dieran fruto y el bieldo pronto para aventar la parva, separar el trigo de la paja, guardar el grano en los graneros y quemar la paja”. Hablaba de un juicio de condenación o de salvación.

N. Claro, al ver que Tú hablabas de otras acciones distintas mandó a dos de sus discípulos para preguntarte si eras Tú el que había de venir o era preciso a otro. 

Jesús. Estoy seguro que Juan entendió mi respuesta, pues se trata de un texto del profeta Isaías. (Is.35,1-6. 10), que sirvió en su tiempo para avivar la esperanza del pueblo que se encontraba en el destierro. Te recuerdo mi respuesta: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la buena Noticia”.

N. Ah, ya recuerdo, querido amigo Jesús. Cuando estudié la historia, se me quedó muy grabada la fecha del edicto de liberación publicado por el rey Ciro, rey de los persas. Fue el año 525, antes de que Tú vinieras al mundo, cuando volvieron del destierro dicen que unas cincuenta mil personas. Habría que ver la alegría que brotaría del corazón, asomándose por los ojos, como el agua salta a borbotones de las fuentes. Por cierto, que hoy es el domingo de la ALEGRÍA. Nos alegramos, Señor Jesús, amigo Jesús, porque te sentimos con nosotros.

*Jesús. Yo también me alegro cuando os veo en la Eucaristía cómo os preparáis para celebrar las fiestas de la Navidad, teniendo presentes, eficazmente (no solo con palabras ni con buenos deseos) a todos los marginados que, como yo, tampoco tienen sitio e este mundo.

N: Cuando los discípulos de Juan le dijeran las alabanzas que hiciste de él, “que no ha nacido de mujer uno mas grade” y que él era el mensajero y el encargado de preparar los caminos del Señor”, se alegraría y le servirían para levantar su ánimo.

*Jesús. Seguro que se tranquilizó y se alegró, aunque yo creo que se figuraba cuál sería su final.