Hacia Dios por los caminos de la Biblia, nº 6

P. : He leído Gn. 1, 26-31. Como te prometí el día pasado, tengo que hacerte algunas preguntas. Me ha llamado la atención ese “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”, “varón y mujer los creó”.

R.: Lo primero de todo es ver cómo el género humano también viene de Dios por creación. Es verdad que la raza humana está toda ella sometida a las leyes de la evolución y que, por consiguiente, fueron descubriendo muy lentamente que superaban al resto de los animales, concretamente al de los simios. Pero en su origen está el Dios creador de todo. Esto es lo que nos dice la fe.

P.: ¿Y en qué sentido el hombre es imagen de Dios?


R.: A mí siempre me gusta contestar diciendo que, de la misma manera que Dios, siendo tres Personas, por el amor forman un solo Dios, también nosotros, por amor, podemos formar de muchos como una sola familia, como un solo cuerpo.

Hay otra razón y es que el ser humano es cumbre de toda la creación y está llamado a representar a Dios en la tierra, participando de su poder y dominando sobre todas las criaturas.

P.: ¿Y cuál es la misión del hombre y la mujer en este maravilloso mundo?

R.: Multiplicarse ellos mismos, llenar la tierra y someterla. Ella, la tierra, os dará el alimento a vosotros y al resto de los seres vivos.

P.: Permíteme que te haga otra pregunta: ¿de quién es la tierra? ¿ de quiénes son los frutos que produce? ¿De quién es la riqueza?

R.: Tú lo sabes, pero has hecho muy bien en hacerme estas preguntas. La tierra es de todos y sus frutos son para todos. Todos debemos cuidar de la madre naturaleza y todos, con el trabajo, debemos hacer que produzca para hacer posible la vida para todos. Cuidar, gozar y compartir.. esa es nuestra misión. Cuando la tierra, la riqueza es acaparada por unos cuantos, da como fruto injusto y detestable la pobreza, el hambre, la desolación y la muerte de otros seres humanos.

P: Esto es lo que está pasando en nuestro mundo.

R.: No se me olvidan aquellas palabras de San Basilio: El pan que tú retienes pertenece a los hambrientos, el manto que tu guardas en tus armarios pertenece al que va desnudo; el calzado que se pudre en tu casa, es del que va descalzo.