Monición de entrada. Domingo 32º del T.O., ciclo A, "LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ DONCELLAS"

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “El reino de los cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas de aceite y salieron a esperar al novio. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan nuestras lámparas”. Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde, llegaron también las otras doncellas, diciendo: “¡Señor, Señor, ábrenos!”. Pero él respondió: “Os aseguro: no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora. (Mt. 25, 1-13)


DIÁLOGO

Alfonso.- “Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora”. Con la parábola de las diez doncellas, Jesús nos recuerda, que no podemos descuidar nuestra forma de vida.

Carlos.- Nos habla de la boda, del Esposo-Dios con su novia-la humildad entera, representada hoy por la Iglesia de los creyentes, a la que estamos invitados, como las diez doncellas.

Isabel.- La boda es la gran fiesta del encuentro definitivo con Dios. Pero ¿cómo debemos esperar a Dios? ¿Cómo nos preparamos para ese día?

Lucía.- Todas las doncellas esperaban al Esposo. Las prudentes, prepararon las cosas importantes, y las más alocadas, solo su vestido y aspecto exterior. ¿Qué significan las lámparas?

Alfonso.- Nuestra alma, es como una lámpara de aceite: “Encendida” por nuestra entrega y amor por los demás. O “Apagada” por el odio, la violencia, y el egoísmo.

Carlos.- El aceite de las lámparas, son nuestras obras buenas. Con ellas, mantenemos la luz de Dios bien alta, esperando su segunda venida. (La Parusía)

Isabel.- ¡Así estaremos siempre preparados! Llevando esa luz de esperanza a todo el mundo, orgullosos de vivir abrazados a Jesús, y a su Palabra.

Lucía.- ¡Ya sabes! Con la ausencia de la luz, aparece la oscuridad, y con ella el miedo, la inseguridad, y la ambición, olvidándote de los más necesitados.

Alfonso.- ¡Recuerda! Todo lo que te sobra, es porque le falta a alguien. Acumular riquezas, apaga la lámpara de tu corazón: “Y te hace olvidar el encuentro con Dios”.

Carlos.- Algún día nuestro cuerpo dejará de existir, pero ¡nuestra alma es eterna! ¡Y es la que hay que cuidar! ¿Entonces, a qué te dedicas, a cuidar tu alma para Dios, o sólo tu cuerpo?

Isabel.- Cada domingo, la Eucaristía es un encuentro con Dios, donde le presentamos nuestro trabajo de cada semana. ¿Y tú, llevas tu lámpara encendida de amor, o apagada como las doncellas alocadas?

Lucía.- ¡El aceite de tu lámpara no se puede repartir! Nadie se salva con las obras buenas del compañero. “Sólo, tu trabajo, contará para Dios”, no tus buenas intenciones.