Hacia Dios por los caminos de la Biblia, nº 9

P: Supongo que hoy seguiremos con todo este tema de la creación.

R: Hoy me vas a permitir que tengamos una entrevista con Adán. Puedes quedarte aquí sentadito y escuchar e, incluso, intervenir, si lo crees oportuno. Empezamos la entrevista:

Mi querido Adán: ya sé que eres un mito, así como Eva, de la que hablaremos otro día. Ya sé que el autor sagrado no quiso ni supo entrar en el terreno de la ciencia, pues lo que le interesaba era suscitar la fe de su pueblo. Ya sé que tu mismo nombre, Adán, no es un nombre propio como el que cada uno de nosotros llevamos. Se trata más bien de un nombre genérico y significa “el hombre” (todo hombre), igual que Eva significa "la mujer”. Ya sé que la raza humana fue apareciendo muy tardíamente.
A pesar de todo, querido Adán, me permito hablar contigo y espero que me cuentes ¿cómo te encontrabas en el paraíso?


Adán: Pues mira, mi inesperado amigo. No me faltaba de nada: agua abundante con los cuatro ríos que procedían de la única e inagotable fuente; árboles de todas clases, de los que muchos de ellos me ofrecían una gran variedad de frutas; hierba, vistosas flores, salidas y puestas de sol maravillosas, toda clase de animales, que eran mis amigos, las suaves caricias de la brisa vespertina, ver levantarse cada mañana la aurora, con las babuchas puestas para no hacer ruido…

Pero me sentía solo. Dios nos hizo para vivir con otros; somos seres para compartir la vida con gente de nuestra propia estirpe. Tenía la necesidad de alguien que fuera como yo y no existía.

Querido Adán: veo que tienes muchas cosas que contarme y nos falta tiempo.

P: Bueno, pero seguiremos el próximo día. Por favor, no me dejéis así, pues me come la curiosidad y el deseo de conocer mejor la obra de Dios.

R: ¿Seguiremos, amigo Adán?

Adán: Pues claro que sí. Yo también lo necesito.