Hacia Dios por los caminos de la Biblia, nº 14

LOS ÁRBOLES DEL PARAÍSO: EL DE LA VIDA Y EL DEL BIEN Y DEL MAL

P: Siempre que he leído el pasaje del paraíso, me ha llamado la atención no solo la abundancia de árboles, tanto frutales como de sombra, sino la existencia del árbol de la vida y el del conocimiento del bien y del mal. Me gustaría que me clarifiques, dentro de lo que sea posible, el significado de esos dos árboles situados en el centro del paraíso.

R.: Lo haré con mucho gusto, pero permíteme que antes presente una especie de introducción sobre la importancia de los árboles en la vida del hombre y pasar después a los árboles en la Biblia.
P: Me parece estupendo, por lo que soy todo oídos.

R.: Los árboles y la humanidad han mantenido desde siempre una relación admirable. A lo largo de los siglos, los árboles nos han ofrecido y nos siguen ofreciendo, refugio del frío y el calor. Nos han proporcionado infinidad de frutos, hojas, flores y raíces con propiedades tanto alimenticias como medicinales. Nos han ofrecido madera, etc. Los árboles son, sin duda, nuestros más firmes aliados.

P: Recuerdo haber leído cómo los árboles han servido para mostrar la compra de un terreno, el recuerdo de un acontecimiento, la denominación de un lugar…Incluso hay árboles que los han tenido como sagrados. Y pregunto: ¿tienen los árboles alguna relación con lo divino?

R.: Buena pregunta que nos ayuda a ir aproximándonos a nuestro objeto de reflexión. En la religiosidad del mundo antiguo, los árboles evocaban la presencia de lo divino. Las religiones sumero-babilónicas creían que el poder de la divinidad se cobijaba en los árboles. Así, por ejemplo, en Babilonia la palmera albergaba la fuerza de los dioses y el olivo contenía el aliento divino.

Nada sorprendente, por tanto, que el autor bíblico convierta los árboles del paraíso en portavoces de Dios, que quiere y se desvela para que los hombres y mujeres sean felices. Para eso, el Dios alfarero se vuelve hortelano o jardinero y prepara para el hombre un auténtico; paraíso;. (Gn. 2, 10-14). Todo cuanto el hombre pueda desear lo encuentra en este jardín, en el que el Creador hizo brotar de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para comer. Los árboles sacian el ansia de felicidad y ternura, de gozo y belleza.

P: Cómo aparece el amor de Dios. Así lo creo yo. Me emociono y desearía que cuidáramos nuestros parques, nuestras sierras, nuestros árboles, toda la naturaleza como el Creador, nuestro Dios, quiere.

R.: Y yo que me alegro.