"¿Creamos o destruimos empleo cuando reciclamos?", por Antonio José Sáez Castillo

Desde hace unas semanas está corriendo un peligroso rumor por nuestro Linares. Se dice que es mejor no reciclar nuestra basura, separando plásticos, papel y vidrio del resto de residuos, ya que, al parecer, hay personas que trabajan haciéndolo si lo echamos todo junto en los contenedores, de tal manera que si somos nosotros mismos quienes separamos, estamos provocando la pérdida de esos puestos de trabajo. 

Lo que nos cuentan en ese rumor es que "alguien conoce a alguien cuya sobrina trabajaba separando los residuos y la han echado porque ya no hace falta, así que no recicles, que estás quitando puestos de trabajo". Esto no dejaría de ser una anécdota si no afectara a algo tan serio como nuestros hábitos en torno al medio ambiente, y ha despertado mi preocupación al ver que familias cercanas a mí que antes reciclaban, ahora han dejado de hacerlo, mientras que otras se lo replantean.


Para empezar por algún sitio, podemos comenzar comentando el hecho dramático que ha impulsado el rumor. Parece, según me cuentan, fuera de toda duda que ha sido así, que una chica ha sido despedida de la empresa donde trabajaba por ese motivo, pero no sabemos ni en qué planta de tratamiento de residuos trabajaba ni para qué empresa. Ahora bien, en mi opinión, aún desconociendo detalles importantes sobre el caso, la noticia de ese despido podría reflejar sólo un problema puntual, personal, concreto, y nunca una verdad absoluta que vincule la opción de reciclar con que se despida a personas. Es decir, ¿realmente estamos seguros de que si no reciclamos van a contratar a gente para que lo haga por nosotros? Además, también en mi opinión, la noticia de ese despido, si fuera realmente como nos la han contado, podría reflejar simplemente una falta de sensibilidad de la empresa, que echa a la calle a alguien con una explicación tan falta de rigor y que genera una alarma que se vuelve contra la propia empresa y el resto de sus empleados. 

Lo primero que podemos hacer es informarnos un poco. Así, veremos que en cualquier planta receptora de residuos sólidos urbanos (R.S.U.), que es el nombre técnico que le dan a nuestra basura, o de tratamiento de residuos en general, independientemente del contenedor de donde venga, verde, amarillo, azul o el de toda la vida, hay una serie de personas que trabajan en lo que se llama triaje manual, es decir, separan lo que no debe continuar más allá en el proceso de tratamiento de la basura. Es de suponer, por lo que sabemos de esta historia, que la chica despedida trabajaba en esto. El triaje manual es importante porque, por poner un ejemplo sencillo (es un ejemplo real que alguien que conozco tiene por costumbre), si echamos un chicle en el contenedor azul “porque así alguien tiene luego que quitarlo”, más vale que, en efecto, alguien lo quite en el triaje manual o haremos que el papel reciclado vaya perdiendo calidad o directamente haya que eliminar todo el papel del contenedor por culpa de ese chicle. 

Entonces, ¿no es, en efecto, mejor no separar (o echar muchos chicles en el contenedor del papel), para que haya muchos empleos en el triaje manual? Cuanta más gente haya contratada para el triaje manual, mejor, ¿no? 

La respuesta es que no, por razones de distinta índole. Yo me centraré fundamentalmente en una de ellas, que se resume en una idea sencilla. El empleo que genera el reciclaje no lo es en función de cuánta gente hace falta para tratar nuestros residuos, sino de la riqueza que seamos capaces de sacar de lo que reciclamos,  y es esa riqueza la que genera empleo.  Así, cuanto más rentable sea el reciclaje, más empleo generará. Quien no entienda esto, tiene aquí otro ejemplo: antiguamente la aceituna se cogía a mano, se envasaba el aceite casi a mano y se vendía casi todo a una empresa que mandaba un camión, lo llenaba y se iba. Ahora, con todo lo de la recogida tan mecanizado, las cuadrillas pueden ser más pequeñas, pero ¿no generan empleo, y empleo de calidad, las empresas que diseñan y fabrican toda la maquinaria agrícola? Además, cuanto más rentable se ha hecho lo del aceite, más nos ha permitido invertir en calidad, en sacar nuestras propias marcas, creando con ello más y más riqueza y empleo.

Por eso es importante que recordemos que en los últimos años, gracias a la concienciación social, a las imposiciones legales y también a las ayudas públicas, hemos avanzado en investigación e innovación hasta empezar tímidamente a hacer rentable la recuperación de materiales mediante el reciclaje de, por ejemplo, el papel, el vidrio o los envases. De hecho, hemos llegado a un punto en que cada vez más empresas se interesan en trabajar en este campo del reciclaje, creando con ello cada vez más y más puestos de trabajo. 

Por ejemplo, se estima que el reciclaje genera 10 veces más empleo que la tradicional forma de deshacerse de la basura en vertederos (por no hablar del impacto medioambiental que estos vertederos o las plantas incineradoras generan) (ver también este enlace). También se han hecho cálculos que indican que si llegáramos al 70% de reciclaje en Europa (cifra que nos hemos puesto como objetivo para los años próximos), se crearían medio millón de puestos de trabajo vinculados a esta actividad. Pero tenemos que tener algo muy presente: esto sólo ocurrirá precisamente si la actividad económica de reciclar es rentable, y para ello se necesita de la concienciación de todos. Imaginemos que ninguno de nosotros recicla: en ese caso, harían falta muchos empleados en triaje manual para separar lo que nosotros no separamos, y eso haría no rentable la actividad, lo que al final, mandaría al paro a todos los que hacen triaje manual y también, de paso, al resto de empleados de la empresa que recicla. Por el contrario, es de suponer que una empresa que gane dinero con el reciclaje tendrá cada vez más actividad y necesitará más y más empleos. Quizá en lo que no han caído las personas que han decidido dejar de reciclar para que haya más gente empleada en el triaje manual es que el sueldo de esas personas tiene que pagarlo alguien, y que eso sólo será posible si la actividad de reciclar es en sí misma, viable, es decir, si la empresa gana dinero con lo que hace.

Cuando hemos comentado esto con algunos conocidos, el hecho de que hay empresas que están ganando mucho dinero con lo que nosotros reciclamos, inmediatamente a algunos de ellos les sale la vena pseudo-anticapitalista y se indignan al pensar que alguien se está enriqueciendo con nuestro esfuerzo al reciclar y con nuestras basuras. Y, bueno, es cierto, alguien estará ganando dinero con ello, pero a la vez está creando puestos de trabajo y, de paso, solucionando un segundo problema que es, para nosotros, tan o más importante que el del empleo y que hasta ahora ni siquiera hemos mencionado: el enorme problema medioambiental que supone la inmensa cantidad de residuos que nuestra sociedad genera. Porque no olvidemos que lo que está en el fondo del esfuerzo por reciclar es la necesidad urgente de que vayamos haciendo de nuestro mundo una sociedad sostenible, antes de que sea demasiado tarde. Además, esa indignación, personalmente, me parece el colmo del cinismo: ¡que son nuestras basuras! ¡Cómo nos puede enfadar que alguien gane dinero con lo que en realidad no queremos y, de hecho, nos supone un problema eliminar! Yo, por el contrario, pienso que si son capaces de generar riqueza con ello, ¡chapó!

En este punto me gustaría tocar otro aspecto relacionado con el reciclaje o más bien, con nuestra conciencia medioambiental. Quien decide dejar de reciclar, sea por el tema que sea, debería plantearse cuál es su postura en torno al sostenimiento del medio ambiente, de la Naturaleza. ¿Todavía no nos hemos dado cuenta de que nuestra forma de vivir no se sostiene, que es inviable, que si no cambia sólo es cuestión de tiempo que la situación reviente? Desde hace unos años, esta necesidad de cambio en nuestra forma de actuar se ha enfocado a fortalecer en nosotros tres aspectos que, en cualquier caso, no son nuevos, sino que en realidad "se nos han olvidado". Tenemos que REDUCIR nuestro consumo, REUTILIZAR más aquello que consumimos y, sólo como un último paso, si tenemos que deshacernos de ello, RECICLAR aquello que consumimos (recomiendo el artículo de nuestro compañero Sebastián en la revista CeCePé sobre este tema). Y que conste que esto no tiene nada de nuevo, sino que es algo que ocurría en la época de nuestros padres y abuelos de forma natural (¿recordáis el simpático artículo de Melitón, La moda verde, sobre lo de las bolsas que ahora hay que pagar?): antes se compraba en el mercado, sin la enorme cantidad de envases que ahora tenemos, se compraba lo imprescindible, y se reciclaba, por ejemplo, cuando se alimentaba a los animales o se abonaba la tierra con nuestras sobras. Hoy nos vemos tan entusiasmados por una sociedad en la que tanto eres cuanto más compras (sólo estamos reduciendo el consumo por la crisis, no por convencimiento), en el que las cosas directamente son diseñadas para un sólo uso o para que se rompan enseguida (reutilizar está, incluso, mal visto), y donde ponemos excusas de todo tipo para no reciclar: no tengo sitio para tanta bolsa o tanto cubo, los contenedores me pillan muy lejos, ...

Pero volvamos al tema del empleo asociado al reciclaje. La cuestión es que esa sobrina de la conocida de nuestra amiga a quien han echado, al parecer, ya no hacía falta en triaje manual. Decíamos antes que el que la hayan echado podría ser más que nada una falta de visión de futuro de la empresa, porque también podrían haberla reubicado en otro puesto, antes de mandar a alguien al paro y, de paso, crear un rumor con el que mucha gente está dejando de separar la basura.

De todas formas, vamos a ponernos irónicos y propongamos un nuevo método de generar empleo. Puesto que la basura tiene que terminar en el vertedero y al final alguien la reciclará, cueste lo que cueste, ni siquiera hace falta que la metamos en una bolsa, ni que la echemos al contenedor, sólo llevémosla a la calle en un cubo y echémosla en medio de la acera: así generaremos aún más puestos de trabajo con los empleos de los que luego tengan que recogerla en bolsas para echarlas en el camión que las lleve al vertedero o a la planta de tratamiento. Espero que se me perdone la ironía, pues todos estaremos pensando que, por encima de todo, eso no lo podemos hacer porque no nos podemos permitir tanta gente contratada para hacer eso... ¿Y nos podemos permitir que alguien separe las basuras, si nosotros podemos hacerlo?

En resumen, creo que la industria asociada al reciclaje, como cualquier otra, tendrá sus claroscuros; seguro que hay empresarios sin escrúpulos dispuestos a mandar a la calle a la gente ante la mínima pérdida; probablemente alguien está ganando dinero con el reciclaje; pero, ¿no pasa esto, por desgracia, en cualquier otra faceta de la actividad económica de nuestros días? ¿Y es eso realmente lo importante en este caso? No, no lo es. Lo más importante es que tenemos en nuestras manos una enorme responsabilidad social en lo relativo al reciclaje, porque tenemos que saber, primero de todo, que nuestra colaboración con ese proceso bajo ningún concepto destruye empleo, sino que, todo lo contrario, lo genera. Y, en segundo lugar, pero no menos importante, tampoco podemos olvidar nuestra responsabilidad personal en contribuir en este proceso de recuperación del mayor porcentaje posible de materiales de nuestro consumo, por la necesidad de hacer de nuestro mundo, ese mundo que le daremos en herencia a nuestros hijos, un lugar sostenible.

Pero no puedo terminar este artículo sin un matiz diferenciador. Hasta ahora todo lo que he escrito puede ser compartido en cualquier ambiente. Sin embargo, estamos en nuestro blog parroquial, así que se supone que nosotros que nos llamamos cristianos, tendremos algo que decir o hacer en cristiano sobre el tema. Pero eso es fácil: ahí tenemos la doctrina social de la Iglesia, a la que desafortunadamente acudimos menos de lo que deberíamos o sólo cuando nos interesa, que dice: La tutela del medio ambiente constituye un desafío para la entera humanidad: se trata del deber, común y universal, de respetar un bien colectivo, destinado a todos, impidiendo que se puedan «utilizar impunemente las diversas categorías de seres, vivos o inanimados —animales, plantas, elementos naturales—, como mejor apetezca, según las propias exigencias ». Es una responsabilidad que debe crecer, teniendo en cuenta la globalidad de la actual crisis ecológica y la consiguiente necesidad de afrontarla globalmente, ya que todos los seres dependen unos de otros en el orden universal establecido por el Creador: «Conviene tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado, que es precisamente el cosmos».


Nota del autor. Además, de los enlaces incluidos, recomiendo la lectura del capítulo X del documento “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”, que podéis encontrar en este enlace.