Hacia Dios por los caminos de la Biblia, nº 33


Caín y Abel (g)

P: Quedamos el domingo pasado de tratar hoy sobre el juicio que la Biblia sostiene sobre las ciencias, las artes y las técnicas, según aparece cuando trata de Caín y sus descendientes. ¿Cómo es que las tiene como que llevan una marca contaminada?

R: Se ve claro cómo el autor quiere polemizar aquí contra la cultura circundante, hostil al mundo nómada, al que Israel se sentía vinculado. Las grandes ciudades mesopotámicas y cananeas eran consideradas como nidos de corrupción y de falsa religiosidad.



P: Yo creo que, de hecho, la ciencia nos lleva a conocer, en profundidad, toda la creación.

R: Eso es verdad, y ahí aparece el hombre “dominando”, como Dios le dijo, todo cuando había hecho. Lo que pasa es que, tanto la ciencia, el arte, la cultura, la civilización del bienestar, no siempre se utilizan para fomentar la vida, sino todo lo contrario.

R: Claro, pensemos en la contaminación atmosférica, en la cantidad de animales y plantas que el hombre está haciendo desaparecer, en la utilización, para la guerra, de la energía atómica, en la ciencia aplicada en el campo de la genética, etc., etc. Supongo que a esto apuntará esa oposición que marca la Biblia, al tratar de Caín y su descendencia, entre la vida en las ciudades y la vida nómada.

R: Así es. En definitiva, la Biblia nos ayuda a recordar que la ciencia es un instrumento extraordinario, pero que se la debe usar con corazón limpio. Cuando el hombre se endiosa con la ciencia trata de suplantar a Dios y olvidarse del hermano.

P: Y ¿qué me dices de lo que se viene llamando "el estado de bienestar"?

R: Si es para todos, vale, pero si se tiene todo mientras que un sector grande la de sociedad vive en la miseria, será preciso esforzarse para construir un mundo más justo y más humano.

Quien lo tiene todo, el que está ahíto de cosas no sabe ya esperar ni amar.

P: Y sin embargo, en un mundo donde constantemente se enfrentan el mal y el bien, necesitamos vivir con esperanza. Es posible que el hombre vuelva a “cuidar y guardar” el jardín del mundo con su cultura, su ciencia y su técnica, haciendo historia de los deseos de Isaías: “forjarán azadones con sus espadas y hoces con sus lanzas. No alzará la espada nación contra nación ni se adiestrarán más en el arte de la guerra”. (Is. 2,4)