Hacia Dios por los caminos de la Biblia, nº 40


El diluvio (d)

P: Te comunico, amigo, que me gustó mucho lo de la semana pasada. Eso de las fuentes que utilizó el autor bíblico para dejarnos el pasaje del diluvio.

R: Y, sin embargo, no es eso lo más importante. No es tan importante plantearse si hubo o no hubo diluvio; si Noé era un personaje histórico; si estuvo lloviendo tantos o cuantos días. El conocimiento de las fuentes utilizadas por el autor sagrado ayuda, ciertamente, a entender las diferencias y las imprecisiones, que aparecen en el relato, pero para los israelitas lo más importante eran las enseñanzas religiosas.

P: ¿Me puedes decir cuáles eran?

R: Con mucho gusto. Habrás visto que la causa de que Dios mande el diluvio no es otra que la del pecado, que se había extendido por toda la humanidad. “Dios, nos dice la Biblia, se arrepintió de haber creado todo, y tomó la decisión de arrasarlo todo”.

P: Y el pecado ha llegado hasta nuestros días, atravesando y corrompiendo el corazón del hombre.

R: Llevas razón. Siguiendo con lo que es más importante, vemos que Dios no cumple su amenaza contra todo lo creado.

P: ¿Y por qué no lo cumple?

R: Ahí está el meollo del asunto Noé, aparece como el hombre honrado: varón justo y perfecto entre los de su generación, caminaba con Dios. Y Noé halló gracia a los ojos de Yahvé. Esto es lo importante. Dios se conmueve ante la fidelidad del ser humano, ante Noé, y decide salvar una parte de toda la creación.

P: Qué razón llevas, amigo. Con razón San Juan evangelista define a Dios como AMOR. DIOS ES AMOR. Ante esto, todo lo demás queda en un segundo plano. Ya no importa tanto lo del arca, sus dimensiones, lo de los días de lluvia, lo del cuervo, lo de la paloma…Lo importante y sorprendente es que Dios se fija en Noé, el hombre justo y fiel. R: Me alegro de que hayas entendido esto, pues toda la historia de la salvación es un despliegue de un Dios que nos quiere.