Hacia Dios por los caminos de la Biblia, nº 66


En el encinar de Mambré (b). La hospitalidad es un acto de amor. 

Christian: (Cristiano o seguidor de Cristo): Recuerda, amigo Abraham, que el día pasado terminabamos diciendo que “somos huéspedes de Dios”. 

Se expresa con realismo el Salmo 23, que nos dice: “me guía por los senderos de justicia; aunque vaya por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo, tu voz y tu cayado me sostiene Me preparas una mesa delante de mis enemigos, perfumas con un-güento mi cabeza y me llenas la copa a rebosar” 

Abraham: Qué verdad es, amigo Christian. Hay días en los que, sentado a la sombra del árbol de la puerta de la tienda, recuerdo y gozo al deslizar por mi imaginación las escenas en que he sentido la compañía, rebosante de amor, de nuestro Dios. Hasta recordaba y gozaba por la delicadeza y el buen gusto de nuestro Creador, cuando me presentaba las auroras y las puestas de sol; la aparición pacífica de la luz, que ahuyentaba las tinieblas de la noche,… Toda la creación a mi disposición… 

Christian: Tienes alma de poeta, querido amigo. Dicen que “de poetas y locos, todos tenemos un poco”. 

Abraham: Puede ser verdad, pero, al contemplar el comportamiento de Dios con nosotros, los creyentes tenemos que comportarnos con los extranjeros como Él actúa con nosotros. 

Nos dice el Señor: “Al extran-jero que habita con vosotros, en medio de vosotros, deberéis tratarlo como de vuestro pueblo, lo amarás como a ti mismo”. Lv. 19,34, 

Christian: Y hay en toda la Biblia innumerables ejemplos de hospitalidad, tantos que no es posible consignarlos en este espacio. La acogida es una de las facetas del compromiso de todo creyente y, por consiguiente, de todo cristiano. Te llamamos, querido Abraham, el Padre de todos los creyentes, por lo que nuestro comportamiento con los extranjeros debe ser como el tuyo. 

Abraham: Mi padre decía que la puerta de nuestra casa debería estar siempre semientorrnada, dispuesta siempre a recibir al emigrante. 

Christian: Buena idea y buena acción. En la calle siempre habrá pobres, necesitados de ayuda, emigrantes, extranjeros, marginados y nómadas. “Lo que hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicísteis, dice Jesús. También nos dice: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo”. Ap. 3,20