Hacia Dios por los caminos de la Biblia, nº 79

Abraham nuestro padre en la fe

Con esta Cabria terminamos su publicación hasta que pase el verano. Como la figura de Abraham también ha llegado hasta nosotros por los li­bros del Nuevo Testamento (NT), me ha parecido bien dedicar algunos pasajes de esta última sección a Abraham en el Nuevo Testamento (NT).


San Mateo en la genealogía de Jesucristo, nos dice que Jesús es hijo de David, hijo de Abraham: a quien pone como padre de todas las generaciones hasta llegar a José, el esposo de María de la que nació Jesús.

En el Evangelio según San Lucas, concre­tamente en el cántico del Magníficat, María nos recuerda a Abraham.

Todos recordamos la parábola de El rico Epulón y el pobre Lázaro (Lucas IG, 10-31), aquel hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. El pobre Lázaro que, echado junto al portal del rico, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero nadie se las daba. 

A Abraham se le llama el seno a donde van los justos. El destino del rico cuando muere se encuentra entre tormentos, desde donde levantó los ojos y vio a lo tejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

Desgarrador es el grito del rico: Estando en el Hades entre tormentos, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten compasión de mí, y le rogaba que enviara a Lázaro a que colocara en su lengua el dedo mojado en agua. Pero Abraham, siguiendo el lenguaje de Dios, llamó a Lázaro "Hijo, recordándole su mal comporta-miento con el pobre Lázaro

Todos conocemos la parábola y la contestación que recibió el rico, cuando quiso interceder por sus hermanos."

Carta a los gálatas: 3.6-9: San Pablo, en esta carta, nos habla también de la fe de Abraham “Así Abraham creyó en Dios y le fue reputado como justicia”.

Tened, pues, entendido que los que viven de la fe, ésos son los hijos de Abraham. Así pues, los que viven de la fe son bendecidos con Abraham el creyente. Pues bien, las promesas fueron dirigidas a Abraham y a su descendencia. No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo. Me encantan estas palabras de San Pablo. La carta a los Gálatas se le llama la carta de la libertad. La Ley nos esclaviza. De la Ley no nos viene la salvación, sino de Cristo. Siendo esto así, nuestra fe no puede centrarse si no es En Cristo. Él es nuestro único Salvador.

Me encanta saber y sentir cómo toda la obra de la salvación Dios la ha realizado, por medio de su Hijo, en el surco de la historia. Nuestro Dios no es un ser lejano, sino que es el Dios, hecho hombre, de nuestra propia raza, y que sigue haciendo la Historia con nosotros.