Discurso del Santo Padre Francisco a los Participantes en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares

Aula Vieja del Sínodo 
Martes 28 de octubre de 2014

Buenos días de nuevo, estoy contento de estar entre ustedes, además les digo una confidencia, es la primera vez que bajo acá, nunca había venido. Como les decía, tengo mucha alegría y les doy una calurosa bienvenida.

Gracias por haber aceptado esta invitación para debatir tantos graves problemas sociales que aquejan al mundo hoy, ustedes que sufren en carne propia la desigualdad y la exclusión. Gracias al Cardenal Turkson por su acogida. Gracias, Eminencia, por su trabajo y sus palabras.

Este encuentro de Movimientos Populares es un signo, es un gran signo: vinieron a poner en presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad muchas veces silenciada. ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella! 

No se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de ONGs, planes asistenciales o soluciones que nunca llegan o, si llegan, llegan de tal manera que van en una dirección o de anestesiar o de domesticar. Esto es medio peligroso. Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar.

Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares.

Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado… tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes reclaman, pero sin su presencia, sin ir realmente a las periferias, las buenas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias internacionales se quedan en el reino de la idea, es mi proyecto. 

No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo.

Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista. 

No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia. Voy a detenerme un poco en cada uno de éstos porque ustedes los han elegido como consigna para este encuentro.

Tierra. Al inicio de la creación, Dios creó al hombre, custodio de su obra, encargándole de que la cultivara y la protegiera. Veo que aquí hay decenas de campesinos y campesinas, y quiero felicitarlos por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación, que no es sólo física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción. 

La otra dimensión del proceso ya global es el hambre. Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, “la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral” (CDSI, 300). 

No lo digo solo yo, está en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Por favor, sigan con la lucha por la dignidad de la familia rural, por el agua, por la vida y para que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra. 

Segundo, Techo. Lo dije y lo repito: una casa para cada familia. Nunca hay que olvidarse que Jesús nació en un establo porque en el hospedaje no había lugar, que su familia tuvo que abandonar su hogar y escapar a Egipto, perseguida por Herodes. Hoy hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca la han tenido o bien porque la han perdido por diferentes motivos. Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: y es el barrio… y es precisamente en el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más inmediato, desde la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, “personas en situación de calle”. Es curioso como en el mundo de las injusticias, abundan los eufemismos. No se dicen las palabras con la contundencia y la realidad se busca en el eufemismo. Una persona, una persona segregada, una persona apartada, una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en situación de calle: palabra elegante ¿no? Ustedes busquen siempre, por ahí me equivoco en alguno, pero en general, detrás de un eufemismo hay un delito. 

Vivimos en ciudades que construyen torres, centros comerciales, hacen negocios inmobiliarios… pero abandonan a una parte de sí en las márgenes, las periferias. ¡Cuánto duele escuchar que a los asentamientos pobres se los margina o, peor, se los quiere erradicar! Son crueles las imágenes de los desalojos forzosos, de las topadoras derribando casillas, imágenes tan parecidas a las de la guerra. Y esto se ve hoy.

Ustedes saben que en las barriadas populares donde muchos de ustedes viven subsisten valores ya olvidados en los centros enriquecidos. Los asentamientos están bendecidos con una rica cultura popular: allí el espacio público no es un mero lugar de tránsito sino una extensión del propio hogar, un lugar donde generar vínculos con los vecinos. Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo. Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro. Por eso, ni erradicación ni marginación: Hay que seguir en la línea de la integración urbana. Esta palabra debe desplazar totalmente a la palabra erradicación, desde ya, pero también esos proyectos que pretenden barnizar los barrios pobres, aprolijar las periferias y maquillar las heridas sociales en vez de curarlas promoviendo una integración auténtica y respetuosa. Es una especie de arquitectura de maquillaje ¿no? Y va por ese lado. Sigamos trabajando para que todas las familias tengan una vivienda y para que todos los barrios tengan una infraestructura adecuada (cloacas, luz, gas, asfalto, y sigo: escuelas, hospitales o salas de primeros auxilios, club deportivo y todas las cosas que crean vínculos y que unen, acceso a la salud –lo dije- y a la educación y a la seguridad en la tenencia.

Tercero, Trabajo. No existe peor pobreza material - me urge subrayarlo-, no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.

Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, “sobrantes”. Esta es la cultura del descarte y sobre esto quisiera ampliar algo que no tengo escrito pero se me ocurre recordarlo ahora. Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, al centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores.

Y, para graficar, recuerdo una enseñanza de alrededor del año 1200. Un rabino judío explicaba a sus feligreses la historia de la torre de babel y entonces contaba cómo, para construir esta torre de babel, había que hacer mucho esfuerzo, había que fabricar los ladrillos, para fabricar los ladrillos había que hacer el barro y traer la paja, y amasar el barro con la paja, después cortarlo en cuadrado, después hacerlo secar, después cocinarlo, y cuando ya estaban cocidos y fríos, subirlos para ir construyendo la torre.

Si se caía un ladrillo, era muy caro el ladrillo con todo este trabajo, si se caía un ladrillo era casi una tragedia nacional. Al que lo dejaba caer lo castigaban o lo suspendían o no sé lo que le hacían, y si caía un obrero no pasaba nada. Esto es cuando la persona está al servicio del dios dinero y esto lo contaba un rabino judío, en el año 1200 explicaba estas cosas horribles. 

Y respecto al descarte también tenemos que ser un poco atentos a lo que sucede en nuestra sociedad. Estoy repitiendo cosas que he dicho y que están en la Evangelii Gaudium. Hoy día, se descartan los chicos porque el nivel de natalidad en muchos países de la tierra ha disminuido o se descartan los chicos por no tener alimentación o porque se les mata antes de nacer, descarte de niños.

Se descartan los ancianos, porque, bueno, no sirven, no producen, ni chicos ni ancianos producen, entonces con sistemas más o menos sofisticados se les va abandonando lentamente, y ahora, como es necesario en esta crisis recuperar un cierto equilibrio, estamos asistiendo a un tercer descarte muy doloroso, el descarte de los jóvenes. Millones de jóvenes, yo no quiero decir la cifra porque no la sé exactamente y la que leí me parece un poco exagerada, pero millones de jóvenes descartados del trabajo, desocupados. 

En los países de Europa, y estas si son estadísticas muy claras, acá en Italia, pasó un poquitito del 40% de jóvenes desocupados; ya saben lo que significa 40% de jóvenes, toda una generación, anular a toda una generación para mantener el equilibrio. En otro país de Europa está pasando el 50% y en ese mismo país del 50%, en el sur, el 60%, son cifras claras, óseas del descarte. Descarte de niños, descarte de ancianos, que no producen, y tenemos que sacrificar una generación de jóvenes, descarte de jóvenes, para poder mantener y reequilibrar un sistema en el cual en el centro está el dios dinero y no la persona humana.

Pese a esto, a esta cultura del descarte, a esta cultura de los sobrantes, tantos de ustedes, trabajadores excluidos, sobrantes para este sistema, fueron inventando su propio trabajo con todo aquello que parecía no poder dar más de sí mismo… pero ustedes, con su artesanalidad, que les dio Dios… con su búsqueda, con su solidaridad, con su trabajo comunitario, con su economía popular, lo han logrado y lo están logrando…. Y déjenme decírselo, eso además de trabajo, es poesía. Gracias. 

Desde ya, todo trabajador, esté o no esté en el sistema formal del trabajo asalariado, tiene derecho a una remuneración digna, a la seguridad social y a una cobertura jubilatoria. Aquí hay cartoneros, recicladores, vendedores ambulantes, costureros, artesanos, pescadores, campesinos, constructores, mineros, obreros de empresas recuperadas, todo tipo de cooperativistas y trabajadores de oficios populares que están excluidos de los derechos laborales, que se les niega la posibilidad de sindicalizarse, que no tienen un ingreso adecuado y estable. Hoy quiero unir mi voz a la suya y acompañarlos en su lucha. 

En este Encuentro, también han hablado de la Paz y de Ecología. Es lógico: no puede haber tierra, no puede haber techo, no puede haber trabajo si no tenemos paz y si destruimos el planeta. Son temas tan importantes que los Pueblos y sus organizaciones de base no pueden dejar de debatir. No pueden quedar sólo en manos de los dirigentes políticos. Todos los pueblos de la tierra, todos los hombres y mujeres de buena voluntad, tenemos que alzar la voz en defensa de estos dos preciosos dones: la paz y la naturaleza. La hermana madre tierra como la llamaba San Francisco de Asís.

Hace poco dije, y lo repito, que estamos viviendo la tercera guerra mundial pero en cuotas. Hay sistemas económicos que para sobrevivir deben hacer la guerra. Entonces se fabrican y se venden armas y, con eso los balances de las economías que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente quedan saneados. Y no se piensa en los niños hambrientos en los campos de refugiados, no se piensa en los desplazamientos forzosos, no se piensa en las viviendas destruidas, no se piensa, desde ya, en tantas vidas segadas. Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanas y hermanos, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón y en los movimientos populares, el grito de la paz: ¡Nunca más la guerra!

Un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos, y los que más sufren son ustedes, los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural lo pierden todo. Hermanos y hermanas: la creación no es una propiedad, de la cual podemos disponer a nuestro gusto; ni mucho menos, es una propiedad sólo de algunos, de pocos: la creación es un don, es un regalo, un don maravilloso que Dios nos ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud. Ustedes quizá sepan que estoy preparando una encíclica sobre Ecología: tengan la seguridad que sus preocupaciones estarán presentes en ella. Les agradezco, aprovecho para agradecerles, la carta que me hicieron llegar los integrantes de la Vía Campesina, la Federación de Cartoneros y tantos otros hermanos al respecto. 

Hablamos de la tierra, de trabajo, de techo… hablamos de trabajar por la paz y cuidar la naturaleza… Pero ¿por qué en vez de eso nos acostumbramos a ver cómo se destruye el trabajo digno, se desahucia a tantas familias, se expulsa a los campesinos, se hace la guerra y se abusa de la naturaleza? Porque en este sistema se ha sacado al hombre, a la persona humana, del centro y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde un culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia, se ha globalizado la indiferencia: a mí ¿qué me importa lo que les pasa a otros mientras yo defienda lo mío? Porque el mundo se ha olvidado de Dios, que es Padre; se ha vuelto huérfano porque dejó a Dios de lado.

Algunos de ustedes expresaron: Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión, pero sin violencia. Y entre todos, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia. Los cristianos tenemos algo muy lindo, una guía de acción, un programa, podríamos decir, revolucionario. Les recomiendo vivamente que lo lean, que lean las bienaventuranzas que están en el capítulo 5 de San Mateo y 6 de San Lucas, (cfr. Mt 5, 3 y Lc 6, 20) y que lean el pasaje de Mateo 25. Se lo dije a los jóvenes en Río de Janeiro, con esas dos cosas tienen el programa de acción.

Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad, el conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se integra. Hoy también están buscando esa síntesis entre lo local y lo global. Sé que trabajan día tras día en lo cercano, en lo concreto, en su territorio, su barrio, su lugar de trabajo: los invito también a continuar buscando esa perspectiva más amplia, que nuestros sueños vuelen alto y abarquen el todo.

De ahí que me parece importante esa propuesta que algunos me han compartido de que estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta, confluyan, estén más coordinadas, se vayan encontrando, como lo han hecho ustedes en estos días. Atención, nunca es bueno encorsetar el movimiento en estructuras rígidas, por eso dije encontrarse, mucho menos es bueno intentar absorberlo, dirigirlo o dominarlo; movimientos libres tiene su dinámica propia, pero sí, debemos intentar caminar juntos. Estamos en este salón, que es el salón del Sínodo viejo, ahora hay uno nuevo, y sínodo quiere decir precisamente “caminar juntos”: que éste sea un símbolo del proceso que ustedes han iniciado y que están llevando adelante.

Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común. Y esto con ánimo constructivo, sin resentimiento, con amor. 

Yo los acompaño de corazón en ese camino. Digamos juntos desde el corazón: Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo.

Queridos hermanas y hermanos: sigan con su lucha, nos hacen bien a todos. Es como una bendición de humanidad. Les dejo de recuerdo, de regalo y con mi bendición, unos rosarios que fabricaron artesanos, cartoneros y trabajadores de la economía popular de América Latina. 

Y en este acompañamiento rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los acompañe en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias.

CARTA DE UN CRISTIANO A EUROPA

Sin humanismo cristiano no hay Europa, no existes…¿Lo entiendes?”

14.05.2014
Tras hacer entrega a Jaime Mayor Oreja del Premio de Ayuda a la Iglesia Necesitada, el consejero de AIN Jaime Noguera escribe esta carta a su «querida Europa», seriamente amenazada de muerte.
Creo que vale la pena detenerse un rato para leerla ahora que estamos a las puertas de unas votaciones,  a las que nos llevan como borregos sin saber qué vamos a votar, ni qué es lo que quieren; porque lo que sí es cierto que no se busca la JUSTICIA, la PAZ, la LIBERTAD y la DIGNIDAD de los que aquí vivimos…
  
Querida Europa:

Amor y desamor conviven en mis manos. Confusión a raudales me llega al Mediterráneo salado, azul y cálido que corre por mis venas, con el aroma del pan recién hecho y el perfume del trabajo tranquilo. Te escribo, Europa, desde la duda.

Me gusta la vida, la reflexión abierta, la comunicación de los sentidos, el exabrupto de los sentimientos y, sobre todo, el saber que el hombre es el verdadero destinatario del esfuerzo del hombre que busca a Dios.

Por eso estoy confundido. Jaime Mayor Oreja, al recibir el premio AIN a la defensa de la libertad religiosa el pasado 10 de mayo, nos recordaba que los cristianos somos minoría en Europa y apelaba a que trabajásemos como tales. Somos la conciencia de Europa. Y tenemos que hacer que se nos note. Pero estamos en minoría y en desventaja.

Los cristianos moramos en el lugar donde peregrinan todas las gentes que buscan de verdad el descanso de la paz. En esos lugares hay luz: es una luz espaciosa, limpia, franca; es una luz amable; es una luz generosa; es una luz comunal, porque pertenece a todos, porque nadie quiere apropiársela y porque... no se puede envasar ni homologar ni etiquetar ni vender.

Me sorprende la capacidad que tienes, Europa, de mirar hacia afuera y pontificar acerca de lo que deberían hacer los demás, al tiempo que desconoces una buena parte de tu interior: conoces bien tu bolsillo, conoces bien tu cabeza; pero no conoces tu corazón y te estás quedando sin cara. «Así es mejor», te dices, «pues careciendo de rasgos, no hay por qué preocuparse de la belleza».  Es decir, que a día de hoy (mayo de 2014) no se puede proponer dentro de casa lo que sí se puede decir (bajito, empero) en el exterior. Todo lo que lleve el apellido de cristiano se estigmatiza y se reprueba o rechaza en Europa.

Sé que te gusta la belleza. Te gusta contemplarla, admirarla, poseerla; pero te da miedo sentirla. La compras al peso para guardarla en cajas de caudales, y te equivocas. Tienes una habilidad especial para entender cualquier negociación como una ocasión para, identificada la postura de fuerza más adecuada, provocar la confrontación, ceder lo menos posible y vencer. Por eso nos damos tantos golpes unos a otros. Mientras sigamos construyendo desde los intereses enfrentados y no a corazón abierto, estaremos fabricando una máquina en vez de engendrar un ser. Los seres se engendran en actos de amor. Y, querida Europa, de momento provienes de un acto de desamor.

A este paso no sólo de la belleza, sino de la nobleza vamos a olvidarnos. Los planteamientos contemporáneos ponen los valores al final de las acciones: no están, se van haciendo y dependen de las circunstancias o de los intereses. Los antiguos griegos entendían los valores como algo preexistente a toda acción y que marcaba sus límites. El cristianismo, desde el punto de vista filosófico, construye sobre ello -cristianismo generador de la cultura y vida europeas- y nos habla de la justicia del bien, de los caminos del bien, de la sabiduría que es el amor. El imperio de la razón utilitarista está a punto de cargarse lo que tantos siglos lleva en construcción: la idea de Europa. El relativismo cultural y social que, impregnándolo todo, nos aboca al abandono de los referentes porque nos da miedo que nos tachen de tales o cuáles. ¿Por qué nos estamos volviendo tan cobardes?

Europa, ¿no ves que te estás convirtiendo en una mera imagen virtual? ¿Por qué no quieres hacerte de verdad? Claro que, para ello, es importante recordar que el hombre que cree en Dios está en el centro de tu propia existencia. Sin humanismo cristiano no hay Europa, no existes. ¿Eres capaz de entenderlo?

El hombre no es una mera herramienta. El hombre es el fin de la Creación, el presidente de tus desvelos, el destinatario del esfuerzo del hombre. El hombre es la nación y la patria de Europa y no al revés. Ese es fundamentalmente tu problema. Porque se está construyendo un algo al margen del hombre; porque se está construyendo sobre falsos mitos y no sobre verdaderos principios; porque se está forzando al hombre en beneficio de algunos hombres.


Yo me siento estafado. Mi querida Europa, me da la sensación de llevar varios años soñando con tocar tu fuerza generadora, con besar tus manos libres, con gozar de tu conversación y, sin embargo, hemos estado en manos de unos cuantos jugadores de ventaja, que apostaban con lo que no era suyo y dejaban deudas inmensas en el casino, eso sí, a nombre de otros. ¿Me sigues?

Esos mismos que, cuando ya no tienen argumentos, te dicen que dónde está ese Dios tuyo que permite la guerra y las crucifixiones en Siria o el secuestro de doscientas niñas en Nigeria. Yo he aprendido de Mireille Al Farah, que estudia su doctorado en Barcelona, donde vive exiliada, que es siria y cristiana, que hay que recordar lo que dice el Evangelio, «porque no seréis vosotros lo que hablaréis, sino que el Espíritu del Padre hablará en vosotros» (Mt 10, 20)... y confiar en que el Espíritu Santo responda a lo que nosotros no sabemos responder. De momento, rezo para pedir perdón e implorar ayuda.

Aguardo ansioso a recibir tu contestación. Desde el sabor azul y con la sal en los labios y en las manos, te saludo.

Jaime Noguera Tejedor
jaimenoguera@telefonica.net

Artículo publicado originalmente por Alfa y Omega 

La Iglesia en Siria

En este tiempo de Pascua, y habiendo pasado 21 siglos, volvemos a encontrarnos con que el reino de Dios, por el que Jesús dio su vida para que el ser humano recupere su dignidad y viva en consonancia con ella, vemos que las cosas no han cambiado: el MAL sigue haciendo oposición al Reino de Dios y no tiene reparo alguno en establecer la muerte como signo de su poder.

Invitamos a escuchar el testimonio de una religiosa nativa que nos cuenta lo que están sufriendo los cristianos en SIRIA y de lo que ningún medio de comunicación, que tanto gritan y reivindican la libertad y el respeto a la persona, sin embargo, se miden mucho cuando se trata de “ciertas personas” las que mueren y las que agreden.

El trabajo más importante del mundo


Encuentro del Papa Francisco con un grupo de políticos italianos

Os dejamos en este enlace la crónica y un extracto en vídeo del encuentro del Papa Francisco con algunos políticos italianos. Merece la pena verlo.

"¿Por qué Caritas molesta al gobierno?", por Manuel Bru

Interesante columna de Manuel Bru en Aleteia sobre las manifestaciones del ministro de Hacienda poniendo en duda la veracidad de los estudios de Caritas. Podéis leerlo en este enlace.

El maestro

Conversación de un padre con su hijo de 15 años

Ayer fue mi hijo al médico y hoy he tenido que hacerle un justificante para que lo llevara al colegio y se lo entregara a su MAESTRO, justificando su falta de asistencia, pues es bueno que dé razón de su ausencia de clase.

Me he sentado y he redactado con toda corrección y respeto la justificación, hablándole de usted cuando me he dirigido a él y, lógicamente he iniciado el escrito con un “Estimado Sr. Profesor”, tal como me enseñó mi padre y el mismo MAESTRO que yo tuve nos enseñó, pues antes nos enseñaban hasta cómo comenzar a escribir una carta.

Mientras estaba escribiendo, mi hijo estaba leyendo por encima de mi hombro y notaba que se reía de algunas expresiones que ya escribía y medio molesto iba diciendo 

-“¡¡Ya está bien papáaaa!! ¡¡joh, tio!! Se trata de un simple justificante para el “profe” y tú parece que le estuvieras escribiendo al presidente del gobierno. ¡Qué exagerado! 

Me he quedado mirándolo con mucha paz y he querido aprovechar la oportunidad de su evidente falta de valoración de sus maestros para dejarle claro algo que yo siento profundamente y que creo que deberíamos tener todos los padres muy claro:

-Verás hijo mío: quiero que sepas una cosa que es muy importante y para mí es de lo más grande que existe. Un MAESTRO es una de las personas más grandes de este mundo; yo diría que es la persona que más deberíamos respetar y cuidar. Fíjate que para mí, lo más grande que tengo en la vida son mis hijos: tú eres lo que yo más quiero y, por nada del mundo te dejaría en manos de cualquiera para que te oriente en la vida, te enseñe a ser un hombre de bien, te ayude al conocimiento de la ciencia y de la vida… Para mí, el MAESTRO es mi hombre de confianza, con él pasas la mayor parte de tu tiempo y de él va a depender en gran parte tu futuro, que seas una persona interesante, respetable, educada, bien formada útil para la sociedad…. 

El MAESTRO es el formador de los presidentes de los gobiernos, el que prepara para cualquier profesión, él pone las bases y enrumba a los hombres y mujeres por los caminos de grandeza de la vida… del trabajo de un MAESTRO dependemos todas las personas que nos encontramos a diario en todas partes, las que nos sirven en los servicios públicos, las que nos atienden en los hospitales… en todas partes. El MAESTRO es el que organiza la capacidad en nuestra alma para pensar y ser gente de bien, el que ayuda y se solidariza con las grandes causas de la humanidad. 

Presidente puede ser cualquiera, como estarás viendo. Basta que coja un buen enchufe en un partido político y tenga la suficiente cara dura para mentir y burlarse del pueblo. Pero un MAESTRO no funciona así; por eso, MAESTRO sólo pueden serlo unos pocos; eso sólo alcanzan a serlo unos cuantos hombres y mujeres que son capaces de llevar una vida de amor, entrega y esfuerzo; que entienden que SERVIR es el acto más grande y honroso de una persona; que entienden que la grandeza de una persona no está en “tener” muchas cosas o riquezas, sino en “SER” portador de grandes valores humanos, sociales, éticos, morales, espirituales, y convertirse en constructor y testigo de ellos en sus alumnos, a quienes considera parte de su vida. 

Por eso, para un padre que ama a su hijos, como yo te amo a ti, lo más grande que existe en el mundo es el MAESTRO, en cuyas manos dejo el bien más preciado que tengo: MIS HIJOS.

Ni equivocándome, se me ocurriría comparar un MAESTRO con un presidente de gobierno, ni de cualquier otra cosa; ni con cualquier otro personaje por muy grande que sea. Ni volviéndome loco te pondría en manos del presidente del gobierno para que te eduque y menos aún en las de cualquier político.

Quería que sepas esto y que entiendas por qué me dirijo, a ese que tú consideras un simple “profe”, con el respeto que me merece, para que tú hagas lo mismo. 

Si este justificante fuera para un presidente de gobierno, posiblemente ni se lo hubiera escrito, porque a un presidente de gobierno, a cualquier presidente de cualquier gobierno, le importa un bledo tu educación, tu vida, tu futuro, tu persona, tu felicidad... Para él no eres más que un voto y, si no se lo das, te desprecia.

Mi hijo me ha escuchado con un silencio que me ha impresionado, pues pienso que jamás él había pensado que yo sentía esto hacia el MAESTRO a quien lo he confiado. Cuando he terminado de hablar, me ha mirado sonriendo y me ha contestado: “tienes razón, papá”.

Texto completo del discurso de José Mújica ante la Asamblea de la ONU

Os dejamos aquí el discurso que José Mújica, presidente de Uruguay, leyó ante la asamblea de la ONU en septiembre de 2013. En él nos ofrece una reflexión de mucha actualidad que nos puede ayudar a meditar en esta cuaresma y dar un giro a nuestra manera de pensar y de plantearnos la vida. 

"Un encuentro rutinario", por Melitón Bruque

Me he atrevido a transcribir el encuentro que he tenido esta tarde porque me ha hecho tanto daño, que siento verdadero dolor y, por otro lado, siento vergüenza de que hayamos llegado a permitir que se den estas cosas y que las sigamos manteniendo y admitiendo, intentando dar excusas y justificaciones de “buenismo”, con el fin de no dar una imagen de exclusión. 

Sencillamente creo que no decir la verdad, no presentar el verdadero valor del mensaje, es una traición y una devaluación del mandato que hemos recibido de Jesús. Pienso que el RESPETO a la gente pasa y se establece en la base de la VERDAD. El Evangelio no se puede presentar edulcorado, ni arreglado al gusto de la moda que vivimos.

Esto que me acaba de ocurrir no es nuevo, sino que se viene repitiendo casi a diario y, fuera del grupillo de las 200 personas que componen nuestra comunidad, en este barrio de 12.000 habitantes, la imagen que se trasluce en este diálogo, enmarca perfectamente la identificación religiosa del resto. 

El dulce Nombre de Jesús

-Meditación-

Mi Señor, hoy se celebra Tu día, el día del Dulce nombre de Jesús.

Dulce como la miel, decía San Francisco de Asís. En Tu lengua materna, aún más dulce: Yeshúa.

Me imagino a nuestra Madre llamándote por las calles de Nazaret: ¡Yeshúa, Yeshúa! Y Tú, corriendo por las calles empedradas o polvorientas, diciendo: Ya voy, Madre…o mamá.

Nuestra Madre se llenaría de gozo al verte aparecer. Pero, al mismo tiempo, tendría presente la profecía de Simeón y sentiría encogerse Su Bendita Alma pensando en la espada que un día le atravesaría su también Dulce Corazón.

Y, a pesar de ello, no perdería su alegría, porque estabas con ella.

En su interior, sentiría que algo muy grande sucedería y que cambiaría al Mundo. No creo que supiera exactamente “qué”, pero estoy segura de que la fuerza de Tu Espíritu Santo la cubriría permanentemente, dándole la sabiduría que Ella necesitaba para ir procesando toda esa iluminación que había en su interior durante treinta y tres años.

Nuestra Madre iría colocando las piezas del puzle poco a poco, asociando a su proceso del “fíat” todo acontecimiento, por pequeño que fuera, y que en torno a Ti sucediera.

Y así, fue la primera corredentora junto a Ti, Yeshúa. Su corazón se fundió más y más con el Tuyo, viviendo con la misma intensidad que Tú, y con la ternura de una madre, de la Madre de toda la humanidad, toda nuestra salvación.

Y como Tú te entregaste, ella también se entregó. En silencio y de puntillas. Siempre en un segundo plano, supo mantener su “fíat”.

Jamás rechazó la Cruz, sino que la abrazó con la valentía que solo la Madre de Dios Hijo, la Hija de Dios Padre y la Esposa del Dios Espíritu Santo podía ser capaz de mostrar al mundo.

Esta maternidad Trinitaria transformó y redimió al mundo, y en él, a cada uno de nosotros y a mí.

Es así que pronunciar Tu nombre, Yeshúa, el Nombre sobre todo nombre, y hacerlo maternalmente mío, llamándote, buscándote, compartiendo mi vida Contigo, acompañándote, en el Calvario y abrazándome a la Cruz, en silencio, en un segundo plano, de puntillas…, pero con la valentía de ser hija de la Trinidad, me hace a mí, también, corredentora de la humanidad.

¡Bendito seas, Yeshúa!
Mi Señor, 
que no olvide ninguna mujer 
que su sed maternal, 
se encuentre en el estado que sea: 
casada, soltera, viuda, religiosa…,
es lo más grande que Dios le ha regalado. 

El olvido de esta grandeza
provoca grandes males en el mundo. 
Su desarrollo la hace corredentora, 
pues la cristifica y enaltece.


Mª. Carmen Illana